Guisela Bahruth - Guatemala- |
la mujer con alas de gorrión
nadie sabía de dónde venía su fuerza
ni por qué podía volar tan alto
y es que tenía alas de gorrión
pequeñitas, escondidas bajo sus brazos
siempre listas para hacerla volar
... y por qué no? Sin rostro no hay firma |
de cómo me convertí en mi abuela: fragmentos de dos vidas y un diario
Guisela Bahruth -Guatemala
tres días después
escondida en la tinieblas se disuelve en sus remordimientos. la decisión de haberme vendido su sombra empieza a pesarle. tres días atrás y cansada de tantos años con ella, le pareció un buen negocio hacerlo. ahora me viene con que la extraña.
según ella, no era justo tener una sombra tan descolorida, siempre allí, infiel a su figura, un momento pequeña, luego inmensa, duplicándose y hasta triplicándose algunas veces, como buscando imitar dimensiones inalcanzables; triste imitación de la rosa de los vientos; juguete de la luz. siempre al descubierto, vulnerable, permitiendo atropellos indecibles y como si esto no fuera suficiente, sin voluntad propia.
cuando le propuse deshacerse de ella, dejó de sonreír, cerró los ojos un instante, respiró arrogancia y saboreó sus palabras, ¿qué querés decir con eso de deshacerme de ella? ¿es posible? ¿cómo? qué sé yo, botala, vendela. no puedo botarla, siempre me sigue. ¿venderla? ¿quién podría interesarse en una sombra usada? yo, yo estoy interesada en tu sombra. ¿vos querés comprar mi sombra? pues sí, así mismo. ¿y para qué querrías tener dos sombras? eso es cosa mía.
no dejó de lamerse los labios mientras cerrábamos el negocio y cuando llegó el momento de entregármela, la sonrisa se le congeló de satisfacción. yo cumplí con lo establecido, todo en forma legal, como dios manda. no comprendo cómo puede venir ahora a decirme que está arrepentida.
allí en la oscuridad, allí en la tinieblas, llora desconsolada. tres días después, me pide un poco de compasión. quiere que le devuelva su sombra. cómo si fuera tan fácil. es qué no comprende que si empiezo a devolver sombras mi negocio se viene abajo. no entiende que si hoy devuelvo una sombra mañana tendré que devolver un sueño. no, no se trata de tener o no tener compasión. esto es un negocio serio. aquí no hay lugar para arrepentimientos. aquí no hay devoluciones.
al alba
raquela alfonsina empieza su día compitiendo con el reloj. ganarle al tiempo le causa infinita satisfacción. el juego consiste de lo siguiente; cada noche antes de dormir, ajusta el reloj despertador a una hora distinta. ningún cambio drástico: cinco minutos menos, dos minutos más tarde. la idea es despertarse antes del reloj y apagar la alarma en el menor tiempo posible. es tanta su obsesión de vencer su propio récord que ha llegado a dormir con la mano puesta sobre el botón que desactiva la alarma.
no siempre fue así. cuando joven, como cualquier otra adolescente, le gustaba dormir a pierna suelta. no había día sin que su mamá la despertara dulcemente, cuatro o cinco veces, repitiendo la misma cantaleta, despiértate catalina, se te pegaron las sábanas… ahora su mamá está muerta y a raquela alfonsina le pesa no haberle preguntado, quién era esa tal catalina.
me gusta la tranquilidad de la madrugada, el silencio de las cuatro, la penumbra de las cinco y el milagro de la luz un poco después. pero, lo que más disfruto es la anticipación del miedo de dejarme sorprender, madrugada tras madrugada, por esas sombras que cobran vida con los primeros despuntes de sol.
y estar... de Sin rostro no hay firma |
y ahora qué
cómo iba a adivinar. cómo iba yo a saber que el deseo no debe lavarse. cómo es posible que nadie me dijera que una nunca debe usar cloro en algo así.
allí colgado en el tendedero me pareció tan bello, limpio, claro, inmaculado. se miraba tan bien bailando al viento, secándose al sol. cómo iba yo a imaginar.
las manos
ya dejaron de obedecerme. tengo días tratando de organizar este diario y no puedo. lupita tenía razón, me estoy acostumbrando.
sueños
fue después del tercer café, creo.
¿para qué sirven los sueños? eso depende. ¿depende de qué? si los sabés y querés aprovechar. no lo creo, ¿cómo voy a usarlos si casi nunca los recuerdo? requiere práctica y tiempo. pues entonces estoy perdido, no tengo ni una ni el otro. yo sí, si no los querés yo podría guardarlos. ¿cómo? muy fácil, podría visitarte cuando soñás, me los aprendo y luego los guardo. ¿se puede hacer eso? si me das permiso sí. ¿y de qué servirá? a vos, de nada; a mí, quién sabe. ¿querés guardar mis sueños porque me amás? no, quiero guardarlos por guardarlos. nunca te voy a entender. mejor así.
alfonsina
en la página marcada como 13 de su viejo diario, escrito con su puño y letra:
“…ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora.
no me pidas más.”
¿sería por ella que mi abuela se cambió el nombre? y si es así, ¿de dónde viene raquela entonces? quizá, sólo quizá, algún día yo también me cambie el nombre. como sea, de lo que estoy segura es que nunca voy a llamarme alfonsina. no, no me siento capaz de convivir con un nombre tan lleno de tragedia. tal vez termine llamándome con su nombre de pila. ¿ por qué no? podría volver a renombrarla ahora que por fin recuperó sus manos y decidió convertirme en su segunda vuelta.
ella de Sin rostro no hay firma |
en la tienda
es imposible no verlos al cruzar la esquina. sentados dos, mientras que el tercero, parado y medio inclinado, ofrece romeos y julietas. es una escena tan familiar que resulta imposible asombrarse al descubrir que los tres personajes de la vitrina no son maniquís sino ángeles disecados. esta vitrina es su tarjeta de presentación. así es como raquela alfonsina balzidar anuncia su negocio. nadie puede negarlo, esta mujer es la mejor taxidermista del país y si alguien lo duda, se convence inmediatamente con sólo darle un vistazo a su obra maestra: la sombra que dormita en el fondo de la tienda.
cuando le pregunté cómo se le había ocurrido disecar ángeles, me miró extrañada, fue culpa de un tal joaquín murmuró sin quitarme los ojos de las manos. para entonces yo ya había aprendido que de nada servía esperar por una explicación lógica, nunca llegaba. así es mi abuela, completa en cada fragmento que ofrece.
sobre una repisa solitaria y arrinconada estaba el frasco. me llamó tanto la atención que olvidé que raquela alfonsina digería mis manos. me acerqué y luego de unos minutos sin poder descifrar su contenido y vencida por la curiosidad, le pregunté, ¿y esto tan bonito, qué es? mi desamor. ¿y de casualidad, no tenés enfrascado tu amor? no, el amor nunca me pareció tan especial. ¿por qué? dejó de serlo cuando aprendí a enamorarme cada dos días. ¿pero entonces tendrías que haberte desamorado con la misma rapidez? por supuesto que no. el desamor sólo se asomó una vez y antes de que me convenciera, lo metí al formol.
3 de marzo
hoy recuperé mis manos y mil voces. desde este momento mi nombre será raquela alfonsina y la semilla que crece en mi alma, renacerá tan limpia como el mismo fénix. hasta aquí llegaron estas manos, ella ya no las necesitará.
espero.
la voz
¿qué hacés? preparando el frasco. ¿qué vas a guardar? mi voz. ¿para qué? para vos. ¿cuándo la vas a guardar? mañana. ¿y después? después qué. ¿cómo vas a hacer para hablar? no voy a hacerlo. ¿ni siquiera a mí? no. ¿y la tienda? qué con la tienda. bueno, los clientes, ¿cómo vas a comunicarte con ellos? no voy a hacerlo. ¿y si quieren comprar? no he vendido nada desde que la abrí. ¿y por qué la abriste? quise. desde el viernes será tuya. yo no la quiero. la vas a querer. el viernes es el cambio. ¿qué cambio? mis manos por mi voz. ¿qué querés decir? que empieza mi segunda vuelta. ¿qué va a pasar conmigo? nada. ¿y tu voz? una cucharadita semanal es suficiente. ¿y mi voz? igual. ¿y mis manos? eso es otro asunto.
lupita rivera
lupita rivera tuvo que aprender a vivir sin su sombra, así como yo aprendí a vivir con unas manos prestadas y media docena de voces alucinadas.
como todos los días, desde que llegué a la vida de la abuela, la encontré en el mismo lugar. sentada bajo la sombra del árbol. miraba cómo raquela alfonsina cerraba la tienda.
qué tal lupita. aquí. ya veo. ¿la has visto? sí, antes de salir. ¿qué te parece? joven.
después del acostumbrado silencio incómodo y sin quitar los ojos a mis manos y siguiendo lo que parecía un guión aprendido dijo, ¿cuándo vas a entregárselas? no estoy segura, no sé qué haría sin ellas. conformarte como yo. no sé si podría. vas a poder, de todas formas no son tuyas. ya lo sé, pero me gustan. pienso que lo mejor sería que te convirtieras en tu abuela, digo, si querés conservarlas. lo he pensado. ¿querrías devolverme mi sombra entonces? no, no podría. me lo imaginé.
no había más que decir. en silencio esperamos hasta el ocaso, inmóviles bajo el árbol. yo no quería regresar a la tienda y ella debía esperar la seguridad de las tinieblas. cuando por fin la tocó, se levantó. ¿te vas? sí, ya sabés, hay que trabajar, con sombra o sin ella, necesito ganarme la vida. ¿vas a venir mañana? claro. hasta mañana entonces. si dios lo quiere.
la sigo esperando.
sueños y deseos
empecé pidiendo permiso, ahora ya no lo hago. sé que no está bien pero los necesito. la adicción por ellos es más fuerte que mi falta de conciencia.
¿entrás a los míos? los martes y los jueves. ¿los encapsulás todos? sólo los que no te recordás. ¿hacés lo mismo con mis deseos? con algunos. ¿y después? me los tomo. ¿todos? algunos. ¿tomás los malos también? no hay buenos ni malos, sólo deseos. ¿no es peligroso? sí, te volvés adicta. no, me refiero a hacer algo malo. malo como qué. cómo matar o robar. yo necesito sentir el deseo, no actuarlo. ¿y el tuyo? se me destiñó. ¿es lo mismo con los sueños? no, con ésos aprendo. ¿y qué te han enseñado los míos? que estoy viva. ¿guardás pesadillas? son las más importantes. ¿por qué? aprendo más. ¿no te dan miedo? siempre. ¿y no te importa? el miedo es bueno. ¿para qué? me recuerda quién soy. ¿y quién sos? tu abuela.
por que solo estoy de Sin rostro no hay firma |
trece lágrimas
la encontré llorando. sobre la mesa otro frasco y una cuchara.
¿por qué llorás? estoy triste. ¿por qué? tomé una cucharada. ¿una cucharada de qué? de tristeza. ¿para qué? para saborear mi alegría. ¿no tenés un frasco de alegría? sí pero casi nunca la tomo. ¿por qué? es muy fuerte, me hace olvidar a la otra. pero eso es bueno, todo el mundo quiere estar feliz todo el tiempo. no es posible, las dos van de la mano, sin una no hay otra. ¿y por qué querrías estar triste hoy? estoy empezando a acostumbrarme a tu presencia. ¿y eso no es bueno? no, no quiero que te volvás invisible. ¿puedo tomar una cucharada yo? para qué. para que no te me desaparezcás. tanto me querés. tanto.
silencio
muy temprano por la mañana y antes de abrir las puertas de la tienda, raquela alfonsina colocó un letrero que decía, “aquí habita el silencio. por favor de respetarlo.”
tal como lo predijo, ese viernes dejó de hablar. el silencio invadió la tienda y la casa. muy pronto, el silencio sedujo a mi voz. como ella, yo también dejé de usarla. no había para qué. alfonsina raquela y yo aprendimos a comunicarnos con gestos y miradas. era mucho mejor. el silencio nunca miente.
fue por esos días cuando mi madre, mi padre y mi hermano llegaron por mí. mamá lloraba inconsolable ante el terror que le causaba la tienda. yo me apresuré a buscar una caja morada. me acerqué sin cautela y sin explicaciones empecé a recolectar sus lágrimas. su llanto aumentó. papá trataba de alejarme de ella, gritaba algo que fui incapaz de comprender. ¿qué le pasó a tus manos? susurró mi hermano. yo sonreí. ¿por qué no contestás? volví a sonreír. ¿dónde está la abuela? señalé el fondo de la tienda. mamá y papá se dirigieron al fondo de la tienda. un pequeño grito ahogado me hizo entender que estaban frente a la sombra de lupita. luego silencio, sólo silencio.
¿estás contenta? asistí con la cabeza. ¿te querés quedar aquí? volví a asistir. ¿ya sabés lo que te va a pasar si continuás con la abuela? sonreí. mi hermano me devolvió la sonrisa, besó mi frente y luego me abrazó. me gustó mucho ser tu hermano, dijo y salió de la tienda. segundos después la escena se repitió con mis padres.
guardé los tres besos en un frasco, sólo por si los pudiera necesitar más adelante.
y el silencio recuperó su espacio.
lagunas de memorias
si al menos me hubiera permitido tomarle fotos a su piel nuestra historia sería más clara, más completa. esa costumbre de escribirse en el cuerpo ha dejado abismos en su diario.
hoy es una de esas semanas sin martes. alfonsina raquela prepara una caja de madera. la llena con algodones azules y morados. el aroma es tan penetrante que creo ver a la sombra rascarse la nariz.
reconozco el olor. es otro de mis recuerdos. me tranquilizo. ahora que están seguros en una caja, podré recordar.
¿por qué los escribís en papel de china? para conservar su efimeridad. ¿y por qué con amarillo oscuro? porque son traicioneros e infieles. ¿y los algodones azules? contemplación del vacío, del todo. ¿y el morado? me gusta.
el principio del final
no tarda en llegar. la presiento. mi tiempo se acerca. por fin podré descansar. ella no lo sabe pero trae nuestro destino en las manos, sus manos, mis manos. muy pronto dejará de ser quién es para mostrarme el sendero del que nunca podrá escapar. ella será mi salvación y yo su maldición. que dios me perdone y ella, bueno, ella lo hará.
el cuerpo disecado del que fuera alguna de tantas raquelas alfonisas, descansa a la lado de una sombra. sonríe satisfecha sabiendo que una vez más, el cambio está a punto de suceder. la nieta de su nieta despertará y dejará de ser ella. afuera, en la penumbra, algunas lupitas suspiran arrepentidas de haber vendido, no sólo sus sombras pero sus sueños y deseos.
el destino se cumplirá una vez más y otra vez.
esa mañana
no tuve necesidad de abrir los ojos, ni verme en el espejo. eran las cuatro y veinte. el sol todavía no se había atrevido a invadir el dormitorio. posiblemente no quería ser cómplice del cambio. me sorprendió descubrir un poco de miedo, muy debajo de mi vientre. qué sería de mí ahora que ya no era yo misma.
en el umbral de mi habitación raquela alfonsina sonreía satisfecha. a pesar de la penumbra pude leer su mirada. traté de fijarla en mi memoria. sabía que era la última. sentí nostalgia y empecé a echarla de menos. hubiera querido tener una frasco, una caja o hasta una bolsa plástica para poder guardarla.
mi abuela se acercó un frasco azul a sus labios y lo llenó con palabras silenciosas. su mensaje de despedida quizá o posiblemente la explicación a tanta locura. se acercó a mí y lo colocó en mis manos, sus manos. me acarició la cara y colocó cinco besos sobre mi rostro, haciendo la señal de la cruz. el ultimo, en mis labio, y a manera de amén. eran dulces, el sabor de la muerte. dio la vuelva y sin más y más desapareció, no sin antes regalarme una media mirada. alcé la mano en gesto de despedida pero mi mano se fue directamente al botón del despertador, exactamente un segundo antes de que éste anunciara su victoria, mi mano lo acalló.
otra vez de Sin rostro no hay firma |
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